
Ahí yacía la muchacha, agazapada entre la pared y el suelo de mármol blanco. Sus heridas brillaban con el color escarlata de la sangre y exhalaba sus últimos suspiros con los ojos cerrados.
A lo lejos escuchó el aleteo de un pájaro. Cerró los ojos con más fuerza, creyendo que ya se abandonaba a la muerte, pero un leve canto hizo que los abriera otra vez. A su derecha, un pájaro grande, de plumas rojas y pico anaranjado la contemplaba sereno.
"al menos no moriré sola" pensó la muchacha.
El pájaro agachó la cabeza y la rozó contra su brazo, de inmediato, una sensación de bienestar la invadió. Al levantar el pájaro la cabeza, la muchacha pudo ver que de los ojos negros del ave caían gruesas lágrimas blancas, que resbalaban hasta sus heridas.
sintiéndose viva de nuevo, reparó en como las lágrimas del pájaro rojo actuaban como bálsamo en sus cortes sangrantes, sanándolos casi por completo. miró al animal maravillada.
-gracias.- murmuró.
el ave inclinó la cabeza de manera majestuosa, y sus plumas comenzaron a arder en un fuego espeso y brillante. ante los ojos de la muchacha, el pájaro se redujo a una pequeña pila de cenizas rojas.
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